sábado, julio 15, 2006

La Guerra Civil española en el cine


FOTOGRAMAS EN GUERRA

Durante y después de la Guerra Civil, el conflicto que dividió a los españoles ha sido reflejado en la gran pantalla desde muy diferentes puntos de vista, de posiciones partidistas a sinceros intentos de una difícil objetividad


De 1936 a 1939, el cine español estuvo marcado por los trágicos acontecimientos políticos que se desarrollaron en nuestro país. Ahora que se cumplen setenta años del golpe de Estado del 18 de julio –condenado ayer por el Parlamento Europeo–, resulta oportuno sintetizar tal evolución, tanto en el lado republicano como en el nacional, así como el interés que la Guerra Civil española ha suscitado posteriormente en la pantalla grande.

FRENTE Y RETAGUARDIA.- Durante la confrontación fratricida, por primera vez en la historia, los diversos partidos y sindicatos tomaron la cámara-tomavistas y se echaron a la calle –o a las trincheras– para captar la realidad cotidiana, ya sea en los distintos frentes o en la retaguardia. Las colectivizaciones y el predominio de la CNT-FAI hasta los hechos de Mayo de 1937 –en que los anarquistas entraron en conflicto con el PCE sobre si era antes la revolución o la guerra– hicieron que el Sindicato del Espectáculo fuera el más prolífico cuantitativamente, aunque la Generalitat de Cataluña encabezó en cifras globales la zona republicana, con coproducciones como Sierra de Teruel (Espoir, 1938-39), de André Malraux.

TESTIMONIO HISTÓRICO.- Prácticamente todo el conflicto bélico está filmado, y sus títulos –la mayoría noticiarios y documentales: 360 en la zona republicana y 93 en la nacional– pueden servir hoy como testimonio histórico de este triste enfrentamiento, pues dieron la “doble cara” de la contienda entre los españoles y sus aliados extranjeros. Respecto al contenido de las películas de ambos bandos, era un cine hiriente, directo y de propaganda explícita, porque era necesario convencer rápida y apasionadamente a tirios y troyanos.

Entre la producción de la zona republicana, destacaron tres largometrajes: dos realizados por los anarcosindicalistas en Barcelona: Aurora de esperanza, de Antonio Sau, y Barrios bajos, de Pedro Puche (ambos de 1937), además del dirigido en Madrid por Fernando Mignoni, Nuestro culpable (1938). La cinta de Sau ofreció un retrato del mundo proletario catalán, con el problema del paro y la vida familiar como línea argumental. La película de Puche trata del lumpen portuario y cuenta la trágica historia de un obrero que va unida a la denuncia de toda una realidad social injusta, centrada en el tráfico y la prostitución. Y la de Mignoni expresó mejor el ideario ácrata: desde la crítica a la autoridad hasta la denuncia de la burguesía capitalista, con la colaboración de los jueces. Es obvio que el entonces ministro de Justicia, el anarquista García Oliver, que había entrado en el Gabinete de Largo Caballero (el film comenzó a rodarse un año antes), influyó en su contenido libertario.

VENCEDORES Y VENCIDOS.- En la zona nacional, destacaron cinco filmes folclórico-costumbristas, rodados en la Alemania nazi por Benito Perojo y Florián Rey; aparte del documental de propaganda Romancero marroquí (1938-39), sobre la colaboración de los moros en la Guerra Civil española.

Mucho menos prolífica fue la producción cinematográfica realizada tras la contienda, no sólo durante el franquismo sino en el período democrático. Se puede hablar del conflicto bélico contado por los “vencedores” y de la guerra según los “vencidos”. En el primer caso, se hicieron un total de 45 películas, de las que 14 se rodaron en la primera posguerra. Cabe destacar Raza (1941), film escrito por Franco para justificar el Alzamiento, que llevaría a la pantalla el “director del Régimen”, José Luis Sáenz de Heredia, primo hermano de José Antonio, el fundador de Falange. Sáenz de Heredia, con motivo de los denominados 25 años de Paz, volvería a homenajear al dictador con un documental asimismo propagandístico: Franco, ese hombre (1964).

UN BALANCE FINAL.- En cuanto a la visión de los “perdedores”, en la democracia he contabilizado 44 películas sobre la Guerra Civil, casi tantas como en cuarenta años de dictadura. Así, en la Transición se produjeron 15 títulos, en la primera época socialista otras 17 películas, en el período del Partido Popular llegaron a 11, y en la presente etapa del PSOE de momento sólo hay un film de ficción: Iris, de Rosa Vergés. Aquí también hay que destacar los documentales antifranquistas de Basilio Martín Patino –especialmente Caudillo (1975-77), a modo de réplica a Sáenz de Heredia–, las películas de Jaime Camino (Las largas vacaciones del 36, La vieja memoria, Dragon Rapide, El largo invierno, Los niños de Rusia), un viejo guión prohibido antaño por la censura (La vaquilla, de Berlanga), la coproducción Tierra y libertad (1994), del británico Ken Loach, o la adaptación de Soldados de Salamina (2003). Mucho más discutidos serían otros títulos emblemáticos, como ¡Ay, Carmela! (1990), de Carlos Saura, y Libertarias (1996), de Vicente Aranda.

Un balance final: las películas sobre la Guerra Civil no han sido objetivas a la hora de contar en imágenes el conflicto bélico que sufrimos los españoles entre 1936 y 1939 y durante la dura posguerra: son tan subjetivas como las novelas, memorias o los mismos libros de historia. No obstante, este maniqueísmo parece lógico, ya que cada cual construye su discurso como le conviene.

La objetividad en torno a esta tragedia sólo será posible dentro de algunos años, cuando ya no quede nadie vivo que haya sufrido sus consecuencias. Pero siempre será necesario conservar la memoria histórica con tales testimonios y evocaciones cinematográficas.

(Publicado en ABCD las Artes y las Letras, 15-VII-2006).