lunes, diciembre 22, 2008

6 PELÍCULAS RECOMENDADAS PARA ESTAS NAVIDADES

El intercambio, la magistral película de Clint Eastwood

Cuando llegan las fiestas, bastantes aficionados me piden les recomiende algunos títulos para ver en familia.
Ahí va, pues, una selección de seis filmes de categoría artística para disfrutar con el buen cine (por orden alfabético):


Jóvenes


APPALOOSA (USA, 2007), de Ed Harris, con Viggo Mortensen, Ed Harris, Jeremy Irons y Renée Zellweger. Color - 114 minutos.
Western clásico, siguiendo el estilo de los maestros del género, que reúne las constantes de las populares cintas del Oeste. Bien interpretada, contiene secuencias que rememoran a grandes películas. Gustará más a los aficionados al cine épico.

BELLA (México-USA, 2006), de Alejandro Monteverde, con Eduardo Verástegui, Ali Landry y Tammy Blanchard. Color - 91 minutos.
Melodrama romántico, con grandes valores humanos. Se trata de una película independiente y "comprometida", que plantea temas transcendentes sin caer en el sermón. Ha recibido el Premio “Familia” 2008.

EL INTERCAMBIO (USA, 2008), de Clint Eastwood, con Angelina Jolie, John Malkovich y Amy Ryan. Color - 141 minutos.
Nueva obra maestra de Clint Eastwood –autor también de la partitura musical–, que relata una historia real (Los Ángeles, 1928-1935). Es un melodrama de suma perfección artística, con crítica sociopolítica y defensa de la dignidad humana. Sin duda, el mejor clásico de este año.


Menores

BOLT (USA, 2008), de Chris Williams y Byron Howard. Dibujos animados. Color - 96 minutos.
Divertido largometraje de animación, que narra las desventuras de un perro travieso –superestrella de la televisión– en el mundo real, que hará las delicias del público infantil.

LA LEYENDA DE SANTA CLAUS (Finlandia, 2007), de Juha Wuolijok, con H.-P. Bjorkman. Documental. Color - 83 minutos.
Original película finlandesa, que narra cómo surgió el legendario Papá Noel. Atractivo documental rodado en Laponia y protagonizado por un niño solidario.

MADAGASCAR 2 (USA, 2008), de Eric Darnell y Tom McGrath. Animación. Color - 90 minutos.
Segunda parte de los simpáticos animales que abandonaron el zoo de Nueva York para vivir en libertad y, asimismo, “hacer felices” al gran público menor.

¡Feliz Navidad y Año 2009, con el mejor Cine!
(Publicado en www.cinemanet.info, 25-XII-2008).

martes, diciembre 16, 2008

LAICISMO Y CINE ESPAÑOL (II): "LA BUENA NUEVA"


Como ya apuntaba en el anterior artículo –ver Laicismo y cine español (I)–, continúan las películas sobre la Guerra Civil tratadas siempre con idéntico punto de vista: da igual la historia que cuenten, pues parece que sólo son la excusa para atacar a la Iglesia haciéndola copartícipe, ya sea por acción u omisión, de las atrocidades de tan funesto período de la historia de España.

Esta vez se trata de La buena nueva, de la realizadora navarra Helena Taberna (autora de Yoyes y Extranjeras), que en palabras de la misma directora “gira en torno a la recuperación de la memoria histórica, desde un punto de vista humano y emocionante. Mi intención -dice- no es apuntar a los culpables, sino rendir un recuerdo sanador y poético a los que perdieron la guerra. La película incorpora una temática inédita: el papel de la Iglesia en la Guerra Civil, tomando como punto de referencia las vivencias y el punto de vista de un sacerdote joven”.

El film, que va subiendo de tono a medida que avanza el metraje, nos presenta el bien y el mal absolutos y aunque el bien, en este caso, lo encarna un sacerdote joven formado en Roma, con recta doctrina y vocación integradora de los dos bandos, se vislumbra rápidamente que la “iglesia oficial” lo abocará a la deserción.

En efecto, la película relata el drama de un cura rural, que al aplicar el espíritu de las bienaventuranzas (de ahí su titulo) y al enfrentarse con la jerarquía eclesiástica –la cual estaba al lado de Franco–, entra en un conflicto de conciencia y cuelga la sotana. Basada en una historia real, aunque muy novelada, se inspira en la vida de un sacerdote joven, tío de la realizadora, que defendió a los republicanos y a sus mujeres-víctimas en un pueblo de Navarra, entre julio de 1936 y abril de 1939.

La tesis que defiende, con un maniqueísmo tan evidente que lo hace increíble, es que en la Iglesia no cabe la gente que quiera vivir el Evangelio hasta sus últimas consecuencias y que la única salida es marcharse o pactar con lo “políticamente correcto”. Sin embargo, los datos fríos y objetivos aportados por Jordi Albertí en La Iglesia en llamas (Barcelona: Destino, 2008) la desmienten. Aquí el autor del best-seller El silenci de les campanes, narra lo mismo aunque del otro lado de la retaguardia: la represión llevada a cabo por los milicianos, en su mayoría anarquistas. Dice Albertí en una entrevista reciente: “De los 50.000 ciudadanos ejecutados o asesinados en la España republicana, 7.000 eran eclesiásticos: ¡el 14%! Y de estos, 4.221 fueron eliminados en Catalunya. Pero el 95% de la matanza fue entre julio de 1936 y mayo de 1937.” (La Vanguardia, 18-XI-2008). La misma época que evoca con brillantez formal Helena Taberna. ¿No es esto vivir el Evangelio hasta sus últimas consecuencias sin escurrir el bulto?

En La buena nueva, el protagonista, el “héroe”, el buen sacerdote sin mezcla de mal alguno, no sigue en la brecha hasta dar su vida por sus ideales, sino que abandona la Iglesia y el sacerdocio para irse con la protagonista y su hijo, una viuda de buen ver. Dos alternativas a un problema que la directora simplifica cargando contra una Iglesia pactista con Franco, muda ante los asesinatos de los falangistas y requetés e interesada solamente en la instauración del nacional-catolicismo.

Burdo y simplista análisis de un período complejo que pretende, además, darle validez universal. ¿Será quizás que quienes subvencionan las películas exigen esa visión partidista?

La miseria moral de los falangistas y requetés, todos sin excepción, se muestra en toda su crudeza: todos ellos son seres viciosos, rencorosos y descreídos, que utilizan a la Iglesia como arma arrojadiza contra el bando republicano: obligan a bautizar a los hijos bajo amenaza de muerte y obligan a confesarse a los republicanos antes de despeñarlos. Un elenco de personajes descabezados desfila sembrando el terror y alimentando sus intereses sin freno alguno. Amorales que imponen su visión revanchista al cura de turno haciéndolo desertor o mártir.

Negar el entierro a los “rojos”, despeñarlos vivos, violar a las novias de los republicanos, son algunas de las “lindezas” con que La buena nueva nos recrea. Con una fotografía muy cuidada y algunas secuencias magistralmente filmadas, es seguro que optará a los premios “Goya”.

Pienso que ese maniqueísmo explícito no favorece a un film que cuenta con el aval del especialista Ian Gibson, y que intenta ser objetivo y afirma poseer visos de universalidad; pues como dice la propia realizadora, “La buena nueva se convierte así en una historia universal, como es la lucha por mantenerse fiel a los propios ideales, aunque ello implique un gran sacrificio personal”.

Por tanto, no voy a afirmar que no resulte verídico lo que cuenta la directora navarra; sólo añadir que criminales los hubo en ambos bandos de esa triste guerra fratricida, ya que los nacionales fusilaron a catorce sacerdotes nacionalistas vascos. Una Guerra Civil que antaño la Iglesia española bautizó como “cruzada” (recuérdese que dos obispos no firmaron la Carta colectiva promovida por el cardenal Gomá, quien después denunciaría la represión franquista de la posguerra y su nueva pastoral fue censurada por Franco), y que actualmente se está revisando desde la pantalla de un modo parcial.

En la prensa de estos días se recoge la noticia de la posible retirada de los crucifijos en las escuelas. ¿No les recuerda esta “guerra de crucifijos” a lo ocurrido en la instauración de II República? Presiento que vamos a tener memoria histórica, por lo menos, mientras dure la crisis económica en que actualmente vivimos.

miércoles, noviembre 19, 2008

"WOODY ALLEN, BARCELONÉS ACCIDENTAL. SOLO DETRÁS DE LA CÁMARA"

El cine de Woody Allen, en el análisis de un ensayista español

Por ROBERTO LAPALMA*
Un libro de reciente edición recoge aspectos de la vida y la obra de este singular artista contemporáneo, autor de obras reconocidas y notables.

Una de las personalidades más singulares de la cinematografía contemporánea es, sin dudas, Allan Stewart Konigsberg, mundialmente conocido como Woody Allen, un artista fecundo que aportó a la pantalla realizaciones que pueden considerarse verdaderos hitos en el campo del Séptimo Arte. Como ejemplo, no hay más que citar, entre otras, a Annie Hall, Interiores o Manhattan, todas las cuales contaron con su sello personal, con su estilo característico y hasta con una visión de la sociedad (fundamentalmente norteamericana) tan particular como los perfiles humanos de sus personajes. Sociedad y personajes a los que desgrana en cada una de sus obras, las que no son escasas.

A ese individuo ya septuagenario (nació en Brooklyn el 1 de diciembre de 1935), el estudioso catalán José María Caparrós Lera acaba de dedicarle un ensayo, recientemente lanzado por el sello editorial Encuentro. El libro se denomina Woody Allen, barcelonés accidental, un estudio que repasa aspectos de la vida y la obra de este cineasta que ha encontrado que, en la Ciudad Condal, se siente “querido de una manera discreta y elegante”, al decir de sus propias palabras, además de un campo fecundo para su inspiración. Por otra parte, también en ella sus películas han tenido siempre un inmejorable reconocimiento.

El libro de Caparrós Lera incluye ilustraciones de sus películas y de sus rodajes, una actualizada filmografía comentada, un análisis de sus obras, entrevistas, reseñas de distinciones varias acumuladas a lo largo de su carrera, reportajes y de homenajes que se le han tributado, además de una nómina de los filmes que Woody Allen reconoce como los mejores de la historia del cine (La gran ilusión, de Renoir; Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica; La Strada, de Fellini; Los 400 golpes, de Truffaut, El séptimo sello, de Bergman, entre otros) y hasta una recopilación de frases ingeniosas vertidas aquí y allá por el artista (“La canas ya no se respetan, se tiñen”, por ejemplo, o “Cuando un médico se equivoca, lo mejor es echarle tierra al asunto” o ”En los aviones, el tiempo se pasa volando” o bien “Hoy en día, la fidelidad sólo se ve en los equipos de sonido”).
Todo eso y algo más incluye este trabajo del ensayista español que, como no podía ser de otra manera, reconoce en W. A. a “uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo” y que, además, sabe “bucear por géneros y estilos muy diversos”. Finalmente, el autor sentencia: “Cuando un artista como Woody Allen se convierte en el hondo espejo de nuestros sentimientos más íntimos nos hace universales como seres humanos y nos sentimos representados ante el mundo”.

Mucho se escrito sobre los avatares de la vida, la personalidad y la obra en general de W. A., pero no hay dudas que este aporte hecho por Caparrós Lera, no sólo se ha sumado a esa literatura, sino que constituye una contribución casi insoslayable para comprender más y mejor la trayectoria de ese verdadero y singular artista.
(*) Reconocido crítico argentino. (Santa Fe, 17-XII-2007)
Ensayo crítico sin tópicos
Por PILAR MANZANARES
La filosofía y los valores ético-antropológicos que se ocultan en la filmografía de Woody Allen son, al menos, dos de los puntos en los que ahonda este ensayo crítico que se centra en las doce películas que ha dirigido, pero no interpretado, Allan Stewart Konigsberg (sí, es él).

Dejando, en la medida de lo posible, hablar al realizador y a sus críticos, el ensayo resulta interesante y ágil. Además cuenta con unas perlas finales como la lista de los mejores filmes de la historia según Allen y 25 de sus frases más ingeniosas.

Fieles o no al director, algo complicado en un mundo en el que "la fidelidad sólo se ve en los equipos de sonido", el libro engancha.

(Publicado en revista EME, núm. 85 (diciembre 2008).


Un pensador nada accidental

Por MIGUEL-FERNANDO RUIZ DE VILLALOBOS
Aunque la última película de Woody Allen (suponiendo que realmente la haya filmado él), Vicky Cristina Barcelona no merece más tinta de la que desgraciadamente, para bien o para mal, se ha gastado sobre ella, la película es una buen motivo para que un erudito como José María Caparrós Lera, profesor titular de Historia Contemporánea y Cine en la Universidad de Barcelona y director del Centro de Investigaciones Film-Historia, escriba un ineludible e indispensable estudio sobre la obra de Woody Allen, más allá de sus últimos devaneos con el negocio cinematográfico. Caparrós Lera aborda en este ensayo crítico las doce películas que Allen ha dirigido a lo largo de su carrera sin aparecer en las mismas, ya que en opinión del profesor Caparrós Lera son las más logradas de su filmografía porque el director neoyorquino ha centrado en ellas toda su capacidad creativa, sin la dispersión que significa la interpretación de un personaje, aunque sea el de uno mismo. Pero Caparrós Lera no se limita a un análisis cinematográfico simple y al uso si no que lo que hace es analizar la filosofía y los valores éticoantropológicos que hay en la filmografía del cineasta, con un especial apéndice en el que se analiza a Allen como “buscador de Dios”.
El libro es de una ayuda extraordinaria para descubrir, si se lee más allá de la mirada amable del doctor Caparrós Lera a las últimas producciones del director neoyorquino, con especial referencia a su estancia barcelonesa, el paulatino deterioro que se ha ido produciendo en la filmografía de Allen, decididamente abocado a un mercantilismo que no se encontraba en películas claves de su obra cinematográfica, en las que solo actuaba como director, como Interiores, La rosa púrpura de El Cairo, Días de radio, Septiembre, Otra mujer, Alice, Balas sobre Broadway, Celebrity, Acordes y desacuerdos, Melinda y Melinda (un verdadero testamento cinematográfico), Match Point y Cassandra's Dream. Los temas de la culpa, el amor y la pasión, el artista y la moral, el acto de creación y el azar son constantes en las doce películas dirigidas y no interpretadas por Allen como analiza con su habitual eficacia y brillante exposición el doctor Caparrós Lera. Un libro de alcance que ayuda a recolocar la obra cinematográfica y el quehacer de Woody Allen, un pensador nada accidental.
(Publicado en http://www.cinedecine.com/, núm. 491 (21-XI-2008), p. 13)


Woody Allen, barcelonés accidental. Solo detrás de la cámara
Autor: José María Caparrós Lera
Encuentro. Madrid (2008), 174 págs. 21 €

Por LUIS ANTONIO SANZ

El último libro de José María Caparrós rinde tributo a uno de los más admirados directores del séptimo arte: Woody Allen. Fiel a su habitual estilo compositivo, repleto de aportaciones variadas a través de las que se proporciona al lector diversos cauces de crítica y reflexión para que forme su opinión, el profesor de la Universidad de Barcelona nos ofrece una visión polivalente, pero muy centrada, de la filmografía y universo fílmico del director neoyorquino.
El libro se inicia con un breve recorrido por la trayectoria artística de Woody Allen, que se completa con un análisis de aquellas piezas en las que el director no ha intervenido como actor, sino que tan sólo ha realizado y escrito. Es en estas obras donde el profesor Caparrós Lera cree descubrir el verdadero Woody Allen y su mayor aportación a la historia del cine, pues en ellas se revelan más nítida y magistralmente sus preocupaciones y constantes creadoras.
Woody Allen, barcelonés accidental se cierra con varias intervenciones del propio director, diversos datos respecto a su filmografía, y algunos ensayos breves que completan esta original semblanza artística de Woody Allen “solo detrás de la cámara”.
Pero, junto a este subtítulo que sintetiza el grueso de la obra, la declarada admiración del director neoyorquino hacia el cine europeo, la acogida que siempre le ha brindado el público de la Ciudad Condal, y el hecho de que ésta sea el escenario de su último filme, Vicky Cristina Barcelona, animan el otro subtítulo del libro: “barcelonés accidental”, que incide en la especial relación que se ha ido forjando entre Barcelona y Woody Allen.
Este subtítulo muestra ese gusto tan típicamente barcelonés por fundirse con determinadas figuras de la escena internacional, en un intento por participar de su universalidad, pero este subtítulo es, sobre todo, la constatación de esta singular propiedad en las cuestiones que Woody Allen aborda en su cine, así como en el modo de tratarlas.
(Reseña publicada en http://www.aceprensa.com/, 12-XI-2008).


El supuesto “affair” Allen-Barcelona

Por JORGE MARTÍNEZ

Como es sabido de todos, últimamente Woody Allen frecuenta a menudo España. Su cine es algo mucho más europeo que americano y él lo tiene claro, con lo cual dedica bastante tiempo a lucirse como “celebrity” en nuestras Barcelona y Oviedo, en ocasión de premios, doctorados honoris causa y otros rodajes.
El libro que nos ocupa parece nacer a la sombra de ese súbito e interesante interés de Woody Allen. Su último filme, por ejemplo, Vicky Cristina Barcelona, seguramente se traducirá en prolíficas visitas turísticas en los años que vienen; gente en busca del vaporoso glamour de la Johansson y la Cruz, o de la violenta y taurina masculinidad de Bardem. En cierto sentido, este libro forma parte del “merchandising” de este fenómeno cultural de superficie.
No hay dudas de que el autor de Woody Allen, barcelonés accidental –expresión sacada de un artículo del escritor de best-sellers, Ruiz Zafón-, J. M. Caparrós Lera, sabe de lo que habla. No sólo lo acredita su puesto como Profesor Titular de Historia Contemporánea y Cine en la Universidad de Barcelona, sino también su dilatada obra como estudioso y crítico del cine.
Sin embargo, la urgencia de este volumen –quizás tenía que salir junto a la mencionada película– queda acreditada en su estilo periodístico y en su carencia de organicidad, que puntúa con pequeñas y tonificantes curiosidades –una: aparece el obituario de Bergman escrito por Allen– y coincidencias –además del parecido físico ostensible entre Allen y Caparrós, que se vislumbra en la fotografía del volumen, prácticamente nacieron a la vez, si tenemos en cuenta el cambio horario.
En cualquier caso, lo que es más de valorar son las generosas citas de Woody Allen que aparecen a lo largo del corto texto. Cosas como: “al final, el arte no salva a la persona. Por muy sublimes que sean las obras que uno ha creado”; o “el arte es el catolicismo del intelectual, es decir, una voluntad de creer en el más allá.” También resultan reseñables los sabios y sintéticos comentarios de Caparrós sobre la filmografía en que Allen no comparece tan sólo como actor, sino donde se juega exclusivamente como guionista y director. Vemos, por ejemplo, cómo su certero objetivo enfoca la siguiente afirmación extraída de Interiores: “Lo que nos preocupa es de orden espiritual, religioso. Si lo comprendemos, todo lo que podemos aprender en el campo profesional, artístico, político, se convierte en temporal e incompleto.”
En suma, poco sobre el supuesto “affair” Barcelona-Allen, pero algunos dispersos y curiosos abalorios sobre este gran director cinematográfico y su obra, capaces incluso de generar una industria de “souvenirs” propia. Para acabar, dos de las frases de este genio bajito y feo, de entre las que aparecen recopiladas al final del librito: “Cuando un médico se equivoca, lo mejor es echarle tierra al asunto”, y “Hoy en día, la fidelidad sólo se ve en los equipos de sonido.”
(Crítica publicada en http://www.humanidad.tv/libros, 10-XI-2008).


Una reseña de Juan Ignacio VARGAS

El prestigioso profesor y crítico de Cine, José María Caparrós, que lleva más de un cuarto de siglo en la enseñanza universitaria y ha escrito cerca de cuarenta libros nos presenta esta vez una obra maestra acerca del genial cineasta Woody Allen, enfocado no como actor cómico sino como director intelectual.
Además de presentar el autor interesantes apéndices acerca del neoyorquino de ascendencia europea -de entre los que destaca el ensayo "Woody Allen y las preguntas sobre Dios"- y otros artículos relacionados son su vida y obra, el capítulo más sobresaliente es sin duda alguna la visión profunda que da del Dr. Caparrós acerca del trasfondo antropológico y teológico que esconden las obras más elevadas como Interiores (1978), La rosa púrpura de El Cairo (1985), Septiembre (1087) o Cassandra's Dream (2007), entre otras muchas.
Temas como la vida, el amor, la libertad o la muerte se traslucen a la pantalla una y otra vez, recreados en una ambientación social de elite ya sea en Nueva York, Londres o Barcelona. Este cineasta estadounidense que se jacta de ser despreciado en su país y admirado en Europa por su profundo análisis del hombre intelectual y urbanita contemporáneo, no defraudará a nadie en esta obra del crítico barcelonés.
Este libro se inspiró, entre otras, en el IV Ciclo de Cine titulado "Woody Allen, solo detrás de la cámara" impartido en IESE Business School de Barcelona y organizado por la Agrupación de Graduados de la Universidad de Navarra.

(Publicado en http://averigüelovargas.blogspot.com/, 2-XI-2008).



Entrevista a Josep Maria Caparrós

“Las películas de Woody Allen reflejan la crisis de la sociedad, es un testigo excepcional del vacío y las preguntas sin respuesta de esta época”

Por FRANCIS ALONSO

Josep Maria Caparrós es Profesor Titular de Historia Contemporánea y Cine en la Universidad de Barcelona, además de ser el Director del Centre d’Investigacions Film-Història de esta universidad. Josep María es también miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y del Círculo de Escritores Cinematográficos, el cual le concedió la Medalla a la Mejor labor literaria y periodística por su carrera profesional como crítico en 2007. Acaba de publicar un nuevo libro: Woody Allen, barcelonés accidental (Ed. Encuentro) sobre el director neoyorquino. Asistimos a la presentación del libro y aprovechamos la ocasión para hablar con el “maestro” Caparrós.

Perkeo: Josep María Caparrós se ha decidido a publicar un libro sobre Woody Allen, pero ¿no crees que se ha escrito mucho sobre este director?
Josep María Caparrós: Sí, es cierto. Este es el libro número 105 sobre Woody Allen, incluyendo monográficos, biografías o estudios concretos de películas. Podríamos decir que ya está todo dicho sobre él y que era muy difícil decir algo nuevo. Por eso decidí escoger las películas que sólo ha dirigido y escrito, pero no interpretado (de ahí el subtítulo del libro “Solo detrás de la cámara”), pues pienso que son las obras más importantes, las doce obras clave, donde él vuelca toda su sabiduría e ingenio creador. No se distrae como actor, sino que se centra en la dirección. Aunque he de reconocer que este argumento me ha fallado con la última película, Vicky Cristina Barcelona (una película frívola y sin el ingenio de las otras doce), antes de la cual el libro ya estaba cerrado. Pero —y esto es más importante en el enfoque del libro— también he intentado estudiar cuáles son las constantes de su obra a través de esas películas.

P.: ¿Y cuáles son esas constantes? ¿Sobre qué habla Woody Allen en sus películas?

J.M.C.: Yo creo que son tres: la muerte y el más allá, el amor —que en sus primeras manifestaciones era sexo casi compulsivo y mecánico— y Dios. En Woody Allen se traslucen constantemente una preocupación por si hay algo después de la muerte, la pregunta de si existe el amor perenne y duradero, la de si Dios existe y si tendría sentido un mundo sin Dios. Esta última idea la ha desarrollado mucho en la “trilogía de Londres” (Match Point, Scoop y Cassandra’s Dream). De hecho, recientemente presenté una conferencia en un congreso de teología: “Woody Allen y las preguntas sobre Dios”, lo cual sorprendió bastante.

P.: Y a todas esas preguntas que Allen se hace, ¿les ha encontrado respuestas?

J.M.C.: No, no da respuestas porque no las tiene. Un hombre que se ha casado cinco veces no creo que tenga una idea muy clara de lo que es el amor duradero, aunque con la quinta mujer dice que lo ha encontrado. Por otra parte, no entiende la justicia divina ni el misterio de Dios. Podríamos decir que Woody Allen se encuentra en la línea judaica de Job (tiene a sus espaldas ocho años de estudio en una escuela hebrea), aunque Job sí creía, mientras que él está en esa duda. Pero se nota que está buscando a Dios: es un intelectual, un hombre muy inteligente que busca la verdad. Woody Allen habla mucho también de la soledad —un problema muy tratado en el cine actual, muy claro por ejemplo en Martin Scorsese—: la gente está sola. Y, a veces, el salto hacia el sexo compulsivo, el poder desmesurado, el desorden moral o incluso el viaje como huida de uno mismo, es una búsqueda por llenar la vida. Me decía una vez un cineasta en la montaña de las famosas letras de “Hollywood”, mientras mirábamos hacia Los Ángeles: “Mira todas estas luces: está lleno de historias para películas, todo son guiones; pero la gente está sola, Caparrós, yo me encuentro solo: doce millones de habitantes, y yo me encuentro solo”. Este problema —y los de arriba— Woody Allen lo trata en sus películas. Él mismo quiere perdurar por su trabajo artístico: desde hace tiempo hace cada año una película.

P.: ¿Y qué crees que hace de Woody Allen un símbolo de nuestra época?

J.M.C.: Las películas de Woody Allen reflejan la crisis de la sociedad, es un testigo excepcional del vacío y las preguntas sin respuesta de esta época. Le quisimos dar el doctorado Honoris Causa en la Universidad de Barcelona como “testigo y retratista del mundo judío e intelectual de Manhattan”, aunque las autoridades políticas competentes revocaron nuestra decisión.

P.: Cambiando un poco de tercio, ¿por qué crees que el director neoyorquino es más apreciado en Europa que en su propio país?

J.M.C.: Los maestros de Woody Allen son todos europeos, más Akira Kurosawa. Él lo reconoce sin tapujos: le encantaría haber sido capaz de hacer las películas de Fellini, de Vittorio de Sica, Bergman, Godard... Y se nota. Pero no sólo eso. El director mete el dedo en la llaga acerca de la burguesía americana y se ríe de ellos (de sí mismo, en el fondo). Que eso lo haga Lars Von Trier, que jamás ha estado siquiera en los Estados Unidos, pues a los americanos les da igual; pero que lo haga “uno de los suyos” les duele más.

P.: Para terminar, Josep María, ¿qué películas recomendarías a alguien que quiere descubrir la obra de Woody Allen y, especialmente, estas tres constantes que antes has mencionado?

J.M.C.: Hombre, pues todas, ¿no? Pero destacaría Delitos y faltas, Hannah y sus hermanas, que están interpretadas por él, y son las llamadas “comedias teológicas”, dos obras clave, fundamentales; y luego también La rosa púrpura de El Cairo, otra obra maestra.
(Entrevista publicada en Perkeo. Revista Literaria, núm. 20, noviembre 2008, http://www.perkeo.es/).
- Otras entrevistas radiofónicas sobre el libro, en RAC1, Intereconomía, Ràdio Hospitalet y RKB (Radio Kanal Barcelona).
De Norte a Sur
Por E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
Escribir de Woody Allen es casi tan divertido como ver sus películas o leer sus propios escritos, y tal vez por eso hay que estar muy atentos a todo lo que se publica de él, que es mucho y valioso. De lo último, hay dos libros que merecen la pena por su peculiar modo de tratarlo. Uno es directo, El universo de Woody Allen, y de mirada poliédrica: dieciséis pares de ojos lo observan, los de otros tantos críticos y analistas que diseccionan alfabéticamente, letra por letra, todo el firmamento creativo de Woody Allen, desde sus películas y actores, hasta elementos aparentemente más circunstanciales, como el clarinete, el Oscar, la neurosis, el adulterio o la política.

BARCELONA.- El otro libro es todavía más directo, Woody Allen, barcelonés accidental, y en él, el profesor José María Caparrós Lera propone un interesante y asequible estudio sobre el cine de Woody Allen sin Woody Allen (o sea, sin él como actor), además de un paseo por la relación del cineasta con Barcelona, antes, durante y después de Vicky Cristina Barcelona.

Coordinado por Hilario J. Rodríguez, El universo de Woody Allen arranca por la «A» de Acordes y desacuerdos y termina en la Z de Zelig, y entre una y otra película el recorrido es completísimo, ingenioso, revelador, ameno, y está aliñado, además, por todo ese borbotón de frases agudas que han convertido al director neoyorquino en un brillante reflejo de Groucho Marx, y que se usan en el presente libro como «separador» de capítulos o «letras»? El hecho de que sean frases conocidas no impide que nos deslumbren una vez más: «No creo en una vida más allá, pero, por si acaso, me he cambiado de ropa interior»? «El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores»?

DICCIONARIO.- Juan Ignacio García Garzón, Víctor Arribas, Juan Carlos Laviana, Eduardo Torres-Dulce, Nuria Vidal, Carlos Reviriego, Ramón Freixas y Joan Bassa entre otros, aportan su punto de vista a este diccionario que rodea por completo la figura de Woody Allen y reúne su obra, sus actores, sus técnicos, sus obsesiones y sus manías de un modo natural y ordenado. El impacto de esta mirada es curioso, es un retrato transversal: Woody Allen atravesado por todas y cada una de sus circunstancias desde el fracaso a Hollywood, del matrimonio a August Strindberg, del destino a los criminales, cada término es un objeto de inspección por parte de los detectives del libro. Además, se pueden encontrar perlas como Lily la tigresa, una chaladura dentro de su filmografía, hecha en 1966 junto a (o a pesar de, como dice David Felipe Arranz) Senkichi Taniguchi.

En cuanto al libro de Caparrós Lera, Woody Allen, barcelonés accidental, aporta un breve pero minucioso repaso a las doce películas dirigidas por Woody Allen en las que no aparece como actor: Interiores, La rosa púrpura de El Cairo, Días de radio, Septiembre, Otra mujer, Alice, Balas sobre Broadway, Celebrity, Acordes y desacuerdos, Melinda, Melinda, Match Point y Cassandra’s Dream.

El libro incluye, además, el discurso que escribió Woody Allen en defensa del cine europeo y que leyó con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias y reproduce el coloquio que, también en Oviedo, mantuvo Woody Allen con José Luis Garci. Y por último, se incluye un apéndice con un comentario de Lluis Bonet de la película Vicky Cristina Barcelona cuando se proyectó en el Festival de Cannes y una curiosísima aportación de Caparrós Lera que le da una vuelta a la visión teológica de Woody Allen. Y este barcelonés accidental elabora al final una lista de las mejores películas de la Historia en la que no incluye ni una sola americana. Una curiosa lista para un curioso libro.
(Publicado en ABCD las Artes y las Letras, 10-I-2009).

martes, noviembre 11, 2008

PELÍCULAS RECOMENDADAS (10)


Nueva relación de filmes, que recomiendo para un público amplio. Como en las nueve anteriores listas, las películas señaladas con un asterisco (*) pueden gustar también especialmente a espectadores de Tercera edad.
Entre paréntesis, sigo indicando los títulos que gustarán primordialmente a los cinéfilos, y ahora añado también filmes más dirigidos a menores. Asimismo, incluyo en este nuevo listado 40 grandes películas del género histórico, que pueden gustar a todo tipo de público, sobre todo familiar.
Últimos estrenos:
- Amateurs*
- Appaloosa*
- Bella*
- Bolt (menores)
- El caballero oscuro (cinéfilos)
- Che: el argentino
- The Fall: el sueño de Alejandría (cinéfilos)
- Hace mucho tiempo que te quiero*
- High School Musical 3 (menores)
- El infierno vasco*
- El intercambio*
- La isla de Nim (menores)
- La leyenda de Santa Claus (menores)
- Los limoneros*
- Madagascar 2 (menores)
- El niño con el pijama a rayas*
- Los niños de Huang Shi (cinéfilos)
- La ola
- Peregrinos (cinéfilos)
- Red de mentiras
- El tren de las 3:10
- El último voto*
- Wall-E (menores)
CLÁSICOS DE CINE HISTÓRICO

Amadeus (1984), de Milos Forman. USA. Color - 158 minutos.
Reconocida sinfonía visual, que pone en brillantes imágenes una discutida pieza teatral sobre la vida del músico Salieri en torno al maestro Mozart. La Viena del siglo XVIII está perfectamente evocada.
Becket (1964), de Peter Glenville. Gran Bretaña. Color - 140 minutos.
Relata el enfrentamiento entre el arzobispo de Canterbury –después santo Tomás Becket– y el rey de Inglaterra, Enrique II Plantagenet. Basada en la obra escénica de Jean Anouilh, ofrece un recital de Peter O’Toole y Richard Burton.
Ben-Hur (1959), de William Wyler. USA. Color - 200 minutos.
Una de las películas más premiadas de la historia del cine. Basada en la novela de Lewis Wallace, se trata de un film-espectáculo con secuencias inolvidables (por ejemplo, la famosa carrera de cuádrigas).
55 días en Pekín (1963), de Nicholas Ray. USA. Color - 144 minutos.
Narra la revuelta anticolonial de los bóxers en la China de 1900. Sin duda, junto a El Cid, la mejor producción de Samuel Bronston rodada en nuestro país. Posee un cuadro interpretativo de primer orden.
Cinderella Man (2005), de Ron Howard. USA. Color - 144 minutos.
Biografía novelada del boxeador Jim Braddock, que alcanzó el título mundial durante la Depresión económica. Perfectamente ambientada en los años treinta, destaca el trabajo interpretativo de Russell Crowe.
Cromwell (1970), de Ken Hughes. Gran Bretaña. Color - 145 minutos.
Evocación histórica de la Revolución del siglo XVII inglés. Notable creación de de Richard Harris como el líder puritano y del inolvidable Alec Guinness como Carlos I. Hay una más reciente película británica sobre la misma época: Matar a un rey (2004).
Cyrano de Bergerac (1990), de Jean-Paul Rappeneau. Francia. Color - 138 minutos.
Nueva versión de este célebre personaje, basado en el drama romántico de Edmond Rostand (1897). La acción se desarrolla en la Francia del siglo XVII. Espléndida creación de Gérard Depardieu como Cyrano. El texto es en verso.
Los Diez Mandamientos (1956), de Cecil B. DeMille. USA. Color - 210 minutos.
Una de las grandes superproducciones de Hollywood. Con un reparto de excepción, el especialista DeMille –que ya llevó esta historia bíblica a la pantalla muda– logra un film tan poco riguroso como espectacular.
Doctor Zhivago (1965), de David Lean. USA. Color - 189 minutos.
Basada en la famosa novela de Boris Pasternak, relata una historia romántica en el marco de la Revolución rusa. Bien ambientada e interpretada, se popularizó mucho su leit-motiv musical.
Enrique V (1989), de Kenneth Branagh. Gran Bretaña. Color -137 minutos.
Brillante puesta en escena de la obra de Shakespeare, Henry V (título con el que este film fue presentado en España). El actor y director Kenneth Branagh ofrece un gran recital interpretativo, que no desmerece de la primera versión de Laurence Olivier (1944).
Espartaco (1960), de Stanley Kubrick. USA. Color - 190 minutos.
Ambiciosa superproducción sobre la célebre rebelión de los esclavos en el siglo I. Perfectamente ambientada e interpretada, contiene secuencias espectaculares junto a otras intimistas de carácter romántico-sentimental.
Éxodo (1960), de Otto Preminger. USA. Color - 205 minutos.
Basada en la novela de León Uris, relata el nacimiento del Estado de Israel (1953), de forma dramatizada. Película-río, con notable creación de tipos, muy bien realizada por Preminger. Inferior es la más reciente película análoga Oh Jerusalén.
Gandhi (1982), de Richard Attenborough. Gran Bretaña-India. Color - 170 minutos.
Biografía novelada del célebre líder indio, realizada con gran despliegue de medios y rigor histórico. Posee un fondo claramente pacifista y resulta un espectáculo de categoría.
El Gatopardo (1963), de Luchino Visconti. Italia. Color - 205 minutos.
La famosa novela de Giuseppe di Lampedusa puesta en escena con enorme brillantez por Visconti. Evoca la época del Rissorgimento y la unificación italiana, haciendo un paralelismo histórico con el contexto político de su país.
Gladiator (2000), de Ridley Scott. USA. Color - 152 minutos.
A caballo de los filmes La caída del Impero Romano y Espartaco, esta ambiciosa superproducción intentó recuperar el género peplum, aunque con un tono próximo al western. El espectáculo y los efectos digitales son de primer orden.
Grita libertad (1987), de Richard Attenborough. Gran Bretaña. Color - 154 minutos.
Una denuncia del apartheid sudafricano, a través de la tragedia del carismático líder de la “conciencia negra” Steve Biko, y del periodista liberal Donald Woods. Esta película, junto con Un mundo aparte (Chris Menges, 1988), acaso contribuyó al cambio político de ese país.
Un hombre para la eternidad (1966), de Fred Zinnemann. Gran Bretaña. Color - 115 minutos.
Obra maestra del cine histórico inglés, que evoca con perfección el reinado de Enrique VIII. Basado en la pieza escénica de Robert Bolt, se centra en el martirio de Sir Thomas Moro.
Hotel Rwanda (2004), de Terry George. Gran Bretaña. Color - 121 minutos. Basado en una historia verídica, relata el drama de un gerente de hotel que salvó a numerosos refugiados durante la masacre de los hutus a tutsis en Ruanda (un millón de muertos, en el genocidio de 1994). Otra buena película análoga es Disparando a perros.
Ivanhoe (1952), de Richard Thorpe. USA. Color - 102 minutos.
Rodado en exteriores británicos, traduce en imágenes la célebre novela romántica de Walter Scott. En la misma línea hollywoodiense, este realizador dio a luz Los caballeros del rey Arturo (1954). Ambas fueron protagonizadas por Robert Taylor.
Jesús de Nazaret (1978), de Franco Zeffirelli. Italia-Gran Bretaña. Color - 230 minutos.
Una de las mejores versiones sobre la vida de Jesucristo, narrada con la grandiosidad y sencillez del Evangelio. Con un reparto de famosos, combina el realismo y la emoción con el tono didáctico y espectacular. Se editó también para televisión.
J.F.K.: Caso abierto (1991), de Oliver Stone. USA.Color & Blanco y negro - 189 minutos. Impresionante puesta en imágenes del “informe Garrison” sobre el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy (1963). La evocación de una época conflictiva, así como la recreación de ambientes y tipos, son notables. Después realizaría Nixon (1995).
La inglesa y el Duque (2001), de Eric Rohmer. Francia. Color - 128 minutos. Polémica mirada sobre la Revolución francesa, desde la perspectiva de una bella dama inglesa que sufrió la época del Terror. Los efectos digitales del maestro Rohmer también son de primer orden.
Lawrence de Arabia (1962), de David Lean. Gran Bretaña-USA. Color - 222 minutos.
Espectacular superproducción del especialista David Lean, con un reparto y escenarios naturales espléndidos. Narra la historia de este célebre oficial británico (encarnado por Peter O’Toole) que se convirtió en líder del pueblo árabe.
El león en invierno (1968), de Anthony Harvey. Gran Bretaña. Color - 128 minutos.
Film un tanto desmitificador del Medievo, basado en una obra escénica. Ahora es O’Toole (Enrique II Plantagenet, quien había mandado matar a Thomas Becket) el que se enfrenta con Katharine Hepburn (Leonor de Aquitania).
El loco del pelo rojo (1956), de Vincent Minnelli. USA. Color - 122 minutos. Magistral película de Minnelli sobre la vida y obra de Van Gogh. Basado en una novela de Irving Stone, reproduce la estética del famoso pintor (muy bien recreado por Kirk Douglas).
Una mente maravillosa (2001), de Ron Howard. USA. Color - 123 minutos. Biografía novelada de John Forbes Nash, Premio Nobel en Ciencias Económicas (1994), que evoca una época de la Guerra Fría en Estados Unidos. Excelente interpretación de Russell Crowe.
Michael Collins (1996), de Neil Jordan. Irlanda. Color - 130 minutos. Otra biografía novelada, ahora de uno de los grandes dirigentes del IRA. Notable reconstitución histórica, con una buena creación de Liam Nelson como Collins. Fue muy polemizada en Inglaterra.
1492: La conquista del paraíso (1992), de Ridley Scott. Gran Bretaña-Francia-España. Color - 162 minutos. Evocación histórica del descubrimiento y conquista española de América, con motivo del 5º Centenario. Ridley Scott –como después haría con El reino de los cielos (2005) sobre las Cruzadas– ofrece una visión crítica desde la perspectiva actual.
La Pasión de Cristo (2003), de Mel Gibson. USA. Color - 127 minutos.
Una de las mejores versiones sobre las últimas horas de Jesucristo, que sería polemizada por sus crudas imágenes. Es una pieza artística de gran categoría. Jim Caviezel encarna la figura de Cristo inspirado en las pinturas de Caravaggio.
El patriota (2000), de Roland Emmerich. USA. Color - 164 minutos. Brillante film-espectáculo, que evoca un episodio de la independencia de Estados Unidos. Realizado por el autor de Independence Day, con el tono propagandístico que le caracteriza, está muy bien interpretado por Mel Gibson.

El pianista (2001), de Roman Polanski. Francia-Gran Bretaña-Alemania-Holanda-Polonia. Color - 143 minutos.
Obra maestra sobre el Holocausto –mucho más comedida que La lista de Schindler–, que le valió a Polanski el Oscar como mejor director. Narra la odisea del pianista Szpilman en el ghetto de Varsovia.
Quo Vadis? (1952), de Mervyn LeRoy. USA. Color - 164 minutos.
Una de las más célebres películas “de romanos”, basada en la novela de Sienkiewicz. Aunque posee poco rigor histórico, está rodada en escenarios naturales romanos y con decorados reconstruidos. Destaca la creación de Peter Ustinov como Nerón.
Ran (1985), de Akira Kurosawa. Japón. Color - 150 minutos. En la línea de la también magistral Kagemusha (1980), el gran Kurosawa evoca el feudalismo nipón del siglo XVI. Basado en el Rey Lear shakesperiano, está realizada dentro de la tradición estética japonesa.
Tierra de faraones (1955), de Howard Hawks. USA. Color - 102 minutos. Acaso la mejor película sobre el Antiguo Egipto. El guión es de William Faulkner. Narra la construcción de la pirámide de Keops. Pese a que es una visión hollywoodiense, puede servir también para “ilustrar” pedagógicamente ese período.
El tormento y el éxtasis (1965), de Carol Reed. Gran Bretaña. Color - 135 minutos. Adaptación de otra novela de Irving Stone. Trata del conflicto entre Miguel Ángel y Julio II con motivo de los frescos de la Capilla Sextina. Charlton Heston encarna al gran artista del Renacimiento y Rex Harrison al Papa. Notable reconstitución de esa época.
Tucker, un hombre y su sueño (1988), de Francis Coppola. USA. Color - 106 minutos. Biografía novelada de Preston Tucker, uno de los innovadores de la industria del automóvil. Perfecta evocación de la Norteamérica de posguerra. Jeff Bridges es el “héroe” protagonista, tan soñador e incomprendido en su tiempo como el propio Coppola.
La túnica sagrada (1953), de Henry Koster. USA. Color - 135 minutos.
Primera película en Cinemascope, que pone en escena la época de Cristo. Tuvo una continuación: Demetrius y los gladiadores (1954), de Delmer Daves, también con Victor Mature como protagonista.
Ulises (1954), de Mario Camerini. Italia-USA. Color -103 minutos.
Se trata de una lograda adaptación del mito de Homero, que relata con buen pulso cinematográfico las aventuras de Ulises (interpretado por Kirk Douglas). Silvana Mangano encarna a Penélope.
¡Viva Zapata! (1952), de Elia Kazan. USA. Blanco y negro - 113 minutos. Biografía novelada de este líder de la Revolución mexicana de 1910, que también le sirve a Kazan para sacarse la espina del maccarthismo. Gran creación de Marlon Brando.
¡Vivir! (1994), de Zhang Yimou. China. Color - 135 minutos. Auténtica obra de arte del más prestigioso cineasta chino actual. A través de la tragedia de una familia, evoca con enorme precisión y sobriedad la historia de su país durante los años 40-60.

domingo, octubre 19, 2008

LAICISMO Y CINE ESPAÑOL (I)


Hace más de cuarenta años que me dedico profesionalmente al Séptimo Arte. Primero, como crítico de cine; después como profesor e historiador del fenómeno fílmico. Desde 1994, enseño la Historia Contemporánea a través de las películas. Y siempre he defendido el arte cinematográfico como testimonio de la sociedad, fuente instrumental de la ciencia histórica y medio didáctico para estudiar Historia.

Mi especialidad, como saben los seguidores de mis publicaciones, es el cine español. Y me he dedicado a reivindicar la historia de la cinematografía autóctona: desde la II República hasta la Democracia, pasando por la Dictadura franquista. Todo, con sus luces y sombras.

Pero actualmente observo un nuevo fenómeno en el cine español de nuestros amores (y dolores). La corriente laicista que parece haberse instaurado al rebufo de la controvertida Ley de la Memoria Histórica. Se trata del reciente estreno de dos películas que están siendo ensalzadas por un sector de la crítica y que, además, han financiado sus respectivas empresas de comunicación.

Se habrá dado cuenta el lector que me estoy refiriendo a Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda, y Camino, de Javier Fesser. La primera producida por Sogecable –Grupo Prisa– y la segunda por Mediapro –el grupo de la Sexta, que dirige el empresario catalán Jaume Roures.

El filme de Cuerda es la adaptación de una novela del desaparecido Alberto Méndez –antiguo militante del PC–, que recupera la memoria de los vencidos de la Guerra Civil española. Se centra en un tema muy concreto de la inmediata posguerra, hurgando en las miserias evidentes que también cometieron los vencedores (aunque no me gustan estos términos, pues todos perdimos en la contienda fratricida) e intentando generalizar y sacar de contexto en una visión francamente sectaria. El guión, lleno de tópicos, parece no tener otro interés que descalificar a la Iglesia a través de las debilidades de uno de sus miembros.

La escenificación de la represión aúna en estrecho maridaje Iglesia y Estado en una caricatura intencionalmente maniquea con una desproporcionada tragedia final. Se asegura así la respuesta emocional del espectador perpetrando una burda manipulación afectiva. No obstante, los miembros de la Academia Española han seleccionado esta cinta para optar a los Oscar de Hollywood, acaso como muestra del mito de la España eterna.

La película de Fesser, que pretende estar inspirada en hechos reales, manipula la vida de una niña que murió heroicamente en el seno de una familia cristiana. Asimismo, arremete contra su madre –ya fallecida, como el padre (por tanto, no pueden defenderse)– y contra las dos instituciones de la Iglesia Católica que frecuentaba y donde había recibido su formación. En el fondo, Javier Fesser, desde su ateísmo, tergiversa el sentido cristiano del dolor y de la muerte, tachando de fanáticos y manipuladores a quienes creen en el Más allá. En el relato, se oculta la dedicación y el afecto del que estuvo rodeada la niña durante su enfermedad; en contra, crea una atmósfera opresiva alrededor de la protagonista donde su libertad queda asfixiada, afirmando –a base de pequeños detalles siempre equívocos y hábilmente tergiversados– la falacia de la santidad y la mentira de cuantos intentan promoverla.

La familia ha pedido al director de esta cinta rectificaciones –nunca aplaudieron ante el doloroso fallecimiento de la hermana– y que retire su explícita dedicatoria en los títulos de crédito. Como Fesser se niega, los hermanos y antiguas profesoras de Alexia organizaron una rueda de prensa en Madrid. Parece que todo vale con tal de vapulear lo trascendente; poco importa que una familia sufra la mentira infamante de un director carente de rigor. Sin embargo, Camino, que aspiraba a ganar un premio en el pasado Festival de San Sebastián, se fue de vacío. Supongo que está predestinada a más de un Goya.

Pero tanto este filme –que a veces parece del género fantástico-terrorífico– como Los girasoles ciegos están subvencionados por el Estado, TVE y Televisió de Catalunya –respectivamente–, aparte de los correspondientes organismos autónomos; es decir, con el erario público, el dinero de todos los españoles. Es obvio, que Gobierno socialista de Zapatero, en su conocida política de instaurar la laicización –no legítima laicidad– como la nueva “religión” del pueblo, está apoyando películas, series y programas televisivos que desacreditan a la Iglesia. Y para muestra, un botón cinematográfico. O dos, de momento; aunque intuyo que esto no ha hecho más que empezar. Una respuesta positiva sería agudizar el sentido crítico ante un fenómeno omnipresente hoy en los mass-media.

sábado, septiembre 27, 2008

WOODY ALLEN, DON JUAN, CARMEN Y BARCELONA


La nueva película de este genio de la pantalla, rodada en España, es una obra menor, de encargo, que no está a la altura de su mejor filmografía


Visioné esta comedia en una sesión especial para la prensa, invitado por una emisora de radio que iba a entrevistarme como autor del nuevo libro sobre este cineasta –Woody Allen, barcelonés accidental. Solo detrás de la cámara (Madrid: Ediciones Encuentro, 2008, 174 pp.–, que supongo se beneficiará del ‘boom’ mediático del film que nos ocupa.
La verdad es que Vicky Cristina Barcelona me decepcionó bastante. Pero el alcalde de la Ciudad Condal –Jordi Hereu– y el coproductor español –Jaume Roures– están felices, porque promocionará a la capital catalana y rendirá en taquilla. El público (recuérdese que en Europa ‘funcionan’ mejor las películas de Woody Allen que en Estados Unidos) se lanzará a ver la cinta, aunque después diga que no le ha gustado. La nueva película de este genio de la pantalla, rodada en España, es una obra menor, de encargo, que no está a la altura de su mejor filmografía.

Francamente, el maestro Allen sabe hacer cine de veras. Sería innegable pese a esta cinta. Incluso aquí sabe sacar partido del cuadro de intérpretes extranjeros –Rebecca Hall, sobre todo– y españoles; pero incide demasiado en los escenarios naturales, en la arquitectura de Gaudí y en los mitos de la España eterna. El crítico y colega universitario Àngel Quintana es quien mejor lo ha resumido: “El primer problema que genera el film surge cuando comprobamos que Allen lo mezcla todo sin ningún tipo de matiz cultural. El cineasta pasa tranquilamente del modernismo catalán a los dramas lorquianos, coloca las nadalas en tierra asturiana y la guitarra de Paco de Lucía en los bares más chic de Barcelona. La mezcla desemboca en la revisitación de los tópicos eternos que han configurado un determinado imaginario español en Hollywood. Así, el macho polígamo interpretado por Javier Bardem no cesa de proyectarse como una extensión del mito de Don Juan, mientras que la mujer vengativa y de sangre caliente (Penélope Cruz, la mejor de la función) no es más que la réplica eterna de Carmen.” (Cahiers de Cinéma-España, núm. 15, septiembre 2008).

En efecto, Vicky Cristina Barcelona es la visión que tienen de España los norteamericanos; de ahí el narrador que va contando las andanzas, aventuras y desventuras sentimentales de estas mujeres que buscan denodadamente el amor donde no se encuentra. Otra vez las constantes del mero sexo (aquí bastante explicitado, aunque Allen cuida en parte la elipsis) y el amor duradero, que ninguno de los protagonistas consigue alcanzar, se hacen presentes en esta película. Y al final, no sólo las jóvenes estadounidenses se vuelven defraudadas a su país, sino que los españoles se quedan peor que están.

No es, por tanto, una comedia superficial, la ‘españolada’ ni Barcelona o Asturias de tarjeta postal que se le ha acusado. Lo que ocurre es que Woody Allen no acaba de profundizar en su discurso, pues no logra ni intenta análisis social alguno. Un crítico galo, Georges Collar, ya lo comentaba con motivo de su presentación en el pasado Festival de Cannes: “La publicidad de la película especuló durante el rodaje con la idea de ménage à trois y lesbianismo. Pero todo parece finalmente un juego que prácticamente nunca se traduce en imágenes y que termina con un retorno al orden. Woody Allen decía en Cannes que los personajes tenían una vena trágica, que ha querido atenuar a favor de la comedia. Vicky entrará en un orden poco atractivo, Cristina seguirá su itinerario de insatisfacción y Juan Antonio y María Elena vivirán las dificultades de la copla “ni contigo ni sin ti mis penas tienen remedio”. Esta conclusión sería en el fondo la más positiva de cara a una valoración adecuada de la existencia. Sin embargo, es demasiado pedir a una obra en la que parece que Woody Allen se limita a crear situaciones audaces siempre interrumpidas por una catástrofe a cargo de María Elena, resorte eficaz de la comicidad del conjunto.” (Nuestro Tiempo, núm. 649-650, julio-agosto 2008).

Con todo, recomendamos al maestro Allen que siga realizando películas en su Nueva York querida, donde mejor ha reflejado la idiosincrasia de los intelectuales judíos de Manhattan, pues con sus 37 filmes anteriores ha contribuido al estudio de las mentalidades estadounidenses contemporáneas como pocos cineastas. Además, su posterior incursión en Gran Bretaña –con la alabada trilogía londinense– también resultó incompleta aunque mucho más profunda; en esas películas hablaba de las otras grandes constantes que presiden su preciada obra cinematográfica: la Muerte y el Más allá, de la existencia Dios –en el fondo, pienso que Woody Allen es un ‘buscador’ de Dios, de la verdad– y, asimismo, de la soledad. Tema de la soledad en el que insiste el especialista Sam B. Girgus: “Allen se ha sumergido en las aguas de un relativismo ético posmoderno y un realismo sensual que difiere considerablemente de la sensibilidad moral de sus primeros filmes.” (El cine de Woody Allen, Madrid: Akal, 2005, p. 34); tal y como cabe constatar en Vicky Cristina Barcelona.

En resumen, aquí trata de dos jóvenes turistas norteamericanas, así como de catalanes y asturianos en clave de comedia agridulce; pero poco más. Ahora bien, con los ‘fantasmas’ de Don Juan y Carmen en el escenario.

martes, septiembre 16, 2008

MARIO MONICELLI, UN HONORABLE ARTESANO

Una retrospectiva integrada por cuarenta de sus películas es el homenaje que el Festival de San Sebastián rinde a Mario Monicelli, un hombre emblemático en la comedia italiana


El prolífico Mario Monicelli ha sido recuperado este año por el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Merecidamente se rinde homenaje a un veterano autor que cabría calificar de honorable artesano, aunque en el mejor sentido de Hollywood; pues, para la vieja Meca del Cine, tales cineastas son honrados trabajadores, realizadores competentes que han dado a luz grandes películas de género.

Monicelli, nacido en Viareggio (Lucca), el 15 de mayo de 1915, es hijo de un periodista y escritor político. Estudió Historia y Filosofía en las Universidades de Pisa y Milán antes de dedicarse al Séptimo Arte. Crítico cinematográfico en la revista universitaria Camminare, fue premiado en la Mostra de Venecia con un filme rodado en 16 mm, I ragazzi della via Paal (1935), adaptación de una obra de Ferenc Molnár.

CLÁSICOS.- Formado profesionalmente al lado de clásicos como Mario Bonnard y Augusto Genina, durante la posguerra colaboró como guionista en varias películas importantes (Juventud perdida, Arroz amargo), al tiempo que codirige con Steno una serie de largometrajes cómicos –la mayoría protagonizados por el gran Totò–, entre los que destaca el inolvidable Guardias y ladrones (1951), con Aldo Frabrizi como partenaire. Después lanzaría a Alberto Sordi, en Un eroe dei nostro tempo (1956) y a Elsa Martinelli, en Donatella (1956).

Su reconocimiento internacional llegó en 1958, cuando realiza Rufufú, otra vez con Totò como intérprete, junto a cómicos como Memmo Carotenuto y el entonces joven Vittorio Gassman. Al año siguiente, triunfó de nuevo con una magistral sátira costumbrista: La gran guerra, fresco desmitificador y polémico sobre la Primera Guerra Mundial, pues era una visión crítica de la contienda bélica desde la perspectiva de los soldados de infantería. Otra gran película de este prolífico autor sería I compagni (1963), que trata de las primeras huelgas obreras en Turín. Esta obra fue nominada al Oscar de Hollywood. A tan importante filme “comprometido” –prohibido por la censura franquista– le seguirían dos farsas sobre la Edad Media: La armada Brancaleone (1966) y Brancaleone en las Cruzadas (1970). La segunda parte fue exhibida a concurso en el Festival de San Sebastián y Vittorio Gassman obtuvo el premio de interpretación. Allí también tuve la satisfacción, como miembro del Jurado del Círculo de Escritores Cinematográficos, de estar sentado al lado de este gran actor en el célebre Victoria Eugenia.

SÁTIRA POLÍTICA.- Posteriormente, Mario Monicelli volvió a la sátira política con Queremos los coroneles (1973): nuestro cineasta, a través de la gestión alocada de un grupo de militares de la reserva –coroneles, como en Grecia– mostraba un fracasado golpe de Estado dirigido por un parlamentario neofascista (Ugo Tognazzi), en la Italia contemporánea, a la vez que evidenciaba las contradicciones de un sistema en crisis permanente; mientras los defectos de la democracia o de un falso espíritu democrático eran puestos en la picota, vapuleando asimismo las diversas tendencias de su país: democristianos, comunistas, ultraderecha, centristas... y hasta el mismo presidente de la nación. Con todo, fue el Ejército quien recibió el mayor número de bofetadas, al igual que el fascismo y el patriotismo.

Así, el amor y la crítica serían evidenciados de nuevo en una cinta de episodios, codirigida con Dino Risi y Ettore Scola: ¡Que viva Italia! (1977). Los tres realizadores y su plantel de primeros intérpretes consiguieron un trabajo artístico de categoría, al tiempo que reflejaron con dinamismo y gracejo, a modo de sátira poetizante, ciertos vicios de la vida cotidiana de Italia. Sus últimas obras estrenadas en España datan de los años ochenta: Un quinteto loco (1982) y Los alegres pícaros (1988). Pero Monicelli siguió haciendo cine: cortos, documentales –su homenaje al maestro Nino Rota, por ejemplo–, series televisivas y nuevas comedias, como Panni sporchi (1999) y Le Rose del deserto (2006), con guiones también propios.

“Dotado de un sólido sentido de la construcción”, dijo de Mario Monicelli el crítico José Luis Guarner, “su abigarrada obra –escribió el especialista Lorenzo Codelli– posee una extraña coherencia estética e ideológica”. Por eso, San Sebastián’08 recupera su entrañable figura y, en buena parte, olvidada filmografía.


(Publicado en ABCD las Artes y las Letras, núm. 867, 13-IX-2008, p. 46)

sábado, agosto 02, 2008

CERVANTES, DICKENS Y EL CINE DE HOY


Dario Villanueva, el nuevo académico de la Lengua Española, ha dado una lección sobre las relaciones entre Cine y Literatura, hablando del Quijote como precursor del arte fílmico


Francamente, me ha impresionado el discurso de ingreso en la Real Academia Española que ha hecho Darío Villanueva. Este eminente lingüista gallego, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Santiago de Compostela, que ya ocupa el sillón D, vacante tras la muerte del filólogo Alonso Zamora Vicente, recurrió a El Quijote para demostrar la preeminencia de la literatura sobre el cine. Brillante discurso que fue contestado por el prestigioso escritor catalán Pere Gimferrer, antiguo crítico de Film Ideal y autor del libro Literatura y Cine.

En efecto, Darío Villanueva se refirió a la inmortal obra de Cervantes para demostrar que “el Séptimo Arte no surgió de la nada”. Y calificó a Virgilio y Shakespeare como profetas, sibilas del cine: “El ser humano utilizó para narrar técnicas como la elipsis, los saltos retrospectivos, los comienzos en media res o los relatos en paralelo antes del descubrimiento de los aparatos que permiten ahora la animación material y continua de las imágenes reales”, dijo. Señalando como pre-cinematográficos a Valle-Inclán y Francisco Ayala, entre otros creadores literarios anteriores al invento de los hermanos Lumière.

El nuevo académico consideró especialmente Don Quijote de la Mancha como la obra maestra precursora del cinematógrafo, con su “predeterminación verbal de lo visual. La contraposición entre las imágenes de dos realidades: la que ve Sancho y los demás personajes, y la que el protagonista altera y distorsiona, confiere a la novela una gran visualidad”.

Finalmente, el profesor Villanueva recordó episodios en los que el Ingenioso hidalgo ve una venta donde hay un castillo o en que confunde un rebaño de ovejas con un “copiosísimo ejército”. Y añadió: “Los personajes se suben a una loma y así la descripción que el caballero hace del ejército se resuelve como una panorámica. Después vienen sucesivos planos en movimiento para narrar el ataque de Don Quijote y su derribo a pedradas por parte de los pastores. Y no terminará el capítulo sin sendos primerísimos planos correspondientes al doble vómito y al recuento que Sancho hace de los dientes y muelas que le faltan a su amo”.

Todo este gran discurso académico me ha recordado otro importante ensayo, publicado en 1944 por Serguéi Mijaílovich Eisenstein, que tuvo por título original Dickens, Griffith et nous. Aquí, el maestro soviético relacionó la novela realista de Charles Dickens con la narrativa cinematográfica, así como la influencia del autor británico en la escritura de otro maestro del Séptimo Arte: David Wark Griffith, el gran pionero del cine americano, que con sus 795 películas –dirigidas o supervisadas– sistematizó la gramática fílmica. Eisenstein, catedrático de cine en Moscú, analizó a fondo Intolerancia (1916), obra maestra del montaje narrativo, para desarrollar él mismo el denominado montaje intelectual; mientras sus colegas concebían el montaje lírico (Pudovkin) y de ideas o constructivo (Dziga Vertov). Pues si el montaje griffithiano era a la vez dramático y expresivo –invisible, tal como funciona la lógica de la mente humana–, el eisensteiano –montaje de choque o de atracciones– desarrollaría esa cualidad al máximo, dándole mayor abstracción y carácter intelectual, simbología incluida. (Cfr. la primera versión española de ese ensayo, “Dickens, Griffith y el film de hoy”, en S. Eisenstein, Teoría y técnicas cinematográficas, Madrid, Rialp, 1959, pp. 215-275).

No obstante, todos partían de la estructura de la novela realista de Charles Dickens, explicando cómo la escritura literaria de este gran autor inglés anuncia la sintaxis cinematográfica posterior. “¿Qué fueron las novelas de Dickens –se preguntaba Eisenstein– para sus contemporáneos, para sus lectores? La respuesta es la siguiente: tenían la misma relación con ellos como la que tiene el cine con sus espectadores en nuestros días”. Y continuaba más adelante: “Quizá el secreto de Dickens (así como el del cine) depende de su creación de una extraordinaria plasticidad, de sus dotes de observación y de su cualidad óptica. Los personajes de Dickens están perfeccionados con los mismos medios plásticos y ligeramente exagerados de los actuales héroes de la pantalla”. Y demuestra su teoría tomando los capítulos XIV, XVI, XVII y XXI de Oliver Twist.

No voy a extenderme más. Ni mucho menos me propongo enmendar la plana al filólogo Darío Villanueva, que es un maestro de la escritura. Pero sí recordar que nuestro gran realista, Don Benito Pérez Galdós, fue también un precursor del Cine. Un arte que si bien posee su propio lenguaje –no mero dependiente del literario–, la Literatura le proporcionó formas narrativas que los cineastas han sabido aprovechar. En el fondo, porque todos estos creadores eran –son– humanos, y la lengua –hablada o escrita– es la que nos hace universales. De Virgilio a Galdós, pasando por Cervantes y por Dickens.

(Publicado en la revista Unidad en la pluralidad, núm. 14, Murcia, enero-febrero 2009, p. 3)

lunes, julio 28, 2008

EL BLOG EN "LA VANGUARDIA.ES"

'Caparroscinema'


La periodista María Victoria Mas ha destacado en la sección "TENGO UN BLOG" de LA VANGUARDIA digital esta web especializada, y he contestado así a sus preguntas:

- Soy un veterano crítico e historiador del cine, que me dedico al Séptimo Arte desde 1964. Como indica el blog, me llamo José María Caparrós Lera, tengo 65 años y soy docente de la Universidad de Barcelona: profesor titular de Historia Contemporánea y Cine en la Facultad de Geografía e Historia y director del Centre d'Investigacions Film-Història de la misma UB. Me doctoré en Filosofía y Letras en 1980.


- Hace un par de años que creé 'Caparroscinema' y lo sigo manteniendo con artículos originales mensuales.

- La idea nació porque tenía un chat, donde departía sobre cine con mis alumnos y también aficionados y me pareció interesante continuar estos diálogos especializados por Internet.

- En 'Caparroscinema' trato de las relaciones entre la Historia y el Cine, tema de mis clases en la UB. Además hablo del fenómeno fílmico como arte, espectáculo, industria, medio de comunicación y lenguaje. También recomiendo películas actuales y clásicas.

- La intención primordial es que la gente valore más el cine y ¡pasarlo bien con las películas!

- Hasta ahora han entrado a ver el blog unas mil personas. El perfil de mis lectores es el de cinéfilos o usuarios de otros weblogs.

- Os recomendaría muchos blogs buenos que tengo linkados en el mío, pero para que no se "enfade" ninguno, destacaré sólo una web que puede ser interesante para los amantes del cine: De cine 21.


'Caparroscinema'

Cabecera del blog 'Caparroscinema'


(Publicado en la sección "El lector opina", en La Vanguadia digital, 28-VIII-2008)

jueves, julio 03, 2008

"POZOS DE AMBICIÓN", UNA OBRA MAGISTRAL


La gran sorpresa de los Oscar, esta película dirigida por P. T. Anderson, uno de los mejores creadores americanos del cine actual


Estrenada en España con el título de Pozos de ambición, la oscarizada There Will Be Blood, de Paul Thomas Anderson, es una pieza magistral, que confirma la valía de este cineasta vanguardista.

P. T. Anderson –tal como firma el joven autor norteamericano– nació en Studio City (California), el 26 de junio de 1970. Tras cursar cine en la Universidad de Nueva York, realizó en el Taller de Sundance Institute –sede del famoso Festival de Cine Independiente– Sydney (1996), una historia de amor, venganza y redención, a la que seguiría Boogie Nights (1997), sobre las desventuras de una familia de cineastas que lucharon para revolucionar la industria del cine “porno”. Sin embargo, fue la original Magnolia (1999) –Oso de Oro del Festival de Berlín– el filme que le refrendó como creador.

Importante película independiente, Magnolia es una aguda sátira sobre la sociedad estadounidense contemporánea, emparentada con el “realismo sucio” de Raymond Carver y el estilo coral de Robert Altman (especialmente, Vidas cruzadas), pero sin caer en el cinismo de éstos, sino más bien incidiendo en valores y problemas perennes: el amor y el odio, el cariño y la comprensión, la soledad y el remordimiento, la culpabilidad y el dolor, la rectificación y el perdón, el arrepentimiento y la aceptación de la muerte, el suicidio y la desesperación, o la posibilidad de volver a empezar; en definitiva, la redención.

Esta fábula moralizante tendría luego continuidad –junto a diversos trabajos para televisión– en Punch-Drunk Love (Embriagado de amor, 2002), y culminaría con sus habituales productores –Joanne Seller y Daniel Lupi– y el cameraman Robert Elswit –Oscar de Hollywood a la Mejor fotografía– en la presente realización: There Will Be Blood (2007).

Guionista asimismo de prestigio, Paul Thomas Anderson ha traducido libremente para la pantalla a uno de los grandes escritores norteamericanos: Upton Sinclair (1878-1968), un prolífico novelista social –de la Escuela Realista de Chicago (Premio Pulitzer 1943)–, antiguo militante socialista y defensor de los desheredados. Marginado como autor por un sector de su país debido a su denuncia del capitalismo, ofrecería en 1927 una obra magistral: Petróleo. En esta novela, con unos personajes perfectamente construidos, narraba el paso del mundo agrario a la sociedad industrializada. O mejor, en la atinada síntesis del crítico literario Miguel Sánchez-Ortiz, “la transformación de una geografía salvaje y de economía depauperada, basada en la explotación agrícola tradicional, en un escenario industrial, criminal con el medio ambiente, sostén de las explotaciones petrolíferas californianas”. Todo ello, en una época muy conflictiva, cuando los Estados Unidos entran en la Gran Guerra (abril de 1917) y estalla la Revolución soviética.

Ciertamente, en el universo que describe Upton Sinclair –inspirado en los escándalos de la Administración Harding, en el célebre Teapot Dome Affair de Wyoming– cualquier método era aceptable para lograr los objetivos de fortuna: el soborno, la mentira, el abuso de poder, la violencia, el crimen, la simulación, el engaño, la venganza..., sin olvidar los conflictos éticos, afectivos e ideológicos existentes no sólo de aquel difícil período. Y así cabe apreciarlo tanto en la brillante traducción que de esta ambiciosa novela hizo en 1930 el anarcosindicalista aragonés Felipe Alaiz (hoy recuperada por Edhasa, 2007), como en la libre adaptación cinematográfica de P. T. Anderson; pues los avatares psico-sociológicos y económicos de Daniel Plainview (magistral también Daniel Day-Lewis, merecido Oscar de Hollywood como Mejor actor) están relatados con pasión y notable perfección fílmica por este joven maestro del cine; innovador como los hermanos Coen, aunque éstos le ganaron las principales estatuillas doradas de 2007 por No es país para viejos.


Alejado, por tanto, del estilo convencional de un clásico film-espectáculo como Gigante (George Stevens, 1956), de temática análoga y con los galanes Rock Hudson, Elizabeth Taylor y James Dean como grandes protagonistas, Anderson incide en las constantes expuestas en la antes comentada Magnolia. Y en su nueva fábula, tras mostrar sin tapujos las miserias y los miedos humanos, parece rechazar otra vez el azar y las circunstancias; acaso porque, como Voltaire, piensa que el azar es una palabra vacía de sentido, ya que nada puede existir sin causa. Y esa causa (encarnada por el protagonista y su contexto histórico) es un enigma que únicamente sería soportable con la superación del odio y la redención de todo sufrimiento. Un sufrimiento que, a través de su sobria pero explícita y extensa narración, este cineasta “indie” sabe comunicar con creces al espectador, quien padece las desventuras de Daniel Plainview, su ascensión y caída; el descenso a los infiernos del oro negro. O del liberalismo económico.


(Publicado en la sección "Estètica" de www.universitaties.net, junio 2008).

domingo, junio 01, 2008

PELÍCULAS RECOMENDADAS (9) PARA EL VERANO 2008


Cada época veraniega, muchos aficionados me piden recomiende algunos filmes para pasarlo bien, a la vez de enriquecerse humana y artísticamente.

Aquí va, pues, la docena de títulos que he seleccionado este año –con breves comentarios valorativos–, los cuales ya pueden encontrarse en DVD o alquilar en los vídeo-clubs.


- Jóvenes:


Ángeles S. A. (España, 2007), de Eduard Bosch, con Pablo Carbonell y Silvia Marsó. Color - 90 minutos.
Segundo largometraje del realizador catalán Eduard Bosch (El viaje de Arián), que relata una historia sentimental, llena de valores humanos, sentido del humor y buena música, con canciones de María Isabel. Bien dirigido e interpretado, es un filme entretenido que descansará a grandes y chicos.

Cobardes (España, 2008), de José Corbacho y Juan Cruz, con Eduardo Garé y Eduardo Espinilla. Color - 89 minutos.
El tándem televisivo Corbacho-Cruz (Tapas) ha atinado esta vez con una película sobre un tema de gran actualidad: el acoso escolar. Bien planteada y mejor realizada, gustará especialmente al público adolescente y a los profesores. Muy recomendable también para padres. Ha recibido el Premio de la Crítica en el último Festival de Cine Español de Málaga.

La jungla 4.0 (USA, 2007), de Len Wiseman, con Bruce Willis y Maggie Q. Color - 131 minutos.
Cuarta película de esta serie, asimismo protagonizada por el “duro” Bruce Willis, que entusiasmará a los seguidores de este actor y sus increíbles aventuras. Con efectos especiales de primer orden, es un entretenimiento muy bien realizado cuyo objetivo primordial es divertir al gran público.

Once (Una vez) (Irlanda, 2007), de John Carney. con Glen Hansard y Markéta Irglová. Color - 85 minutos.
Uno de los mejores filmes independientes de esta temporada, que narra las desventuras de un músico callejero y de una joven inmigrante checa en Dublín. Con grandes valores humanos y espléndidas melodías –las cuales expresan el estado anímico de los protagonistas– encantará a todo tipo de espectadores. Ganó el Oscar a la Mejor canción original 2007.

El orfanato (España, 2007), de Juan Antonio Bayona, con Belén Rueda y Fernando Cayo. Color - 110 minutos.
Esta película barcelonesa ha sido la más taquillera del año pasado. Se trata de un clásico del cine fantástico-terrorífico, que gustará especialmente a los aficionados a este popular género. Contiene secuencias muy conseguidas y una excelente interpretación. El debut del catalán Bayona se ha llevado los principales “Goyas” de la Academia Española.

El ultimátum de Bourne (USA, 2007), de Paul Greengrass, con Matt Damon y Julia Stiles. Color - 111 minutos.
Tercera secuela del agente Bourne, realizada con brillantez por el británico Paul Greengrass (United 93). Con un ritmo y acción trepidante, este nuevo thriller mantiene el interés del espectador en todo momento. Las habituales dosis de violencia están bien combinadas con los escenarios cosmopolitas que muestra el filme.


- Mayores:

Cassandra’s Dream (USA, 2007), de Woody Allen, con Ewan McGregor y Colin Farrell. Color - 112 minutos.
Final de la trilogía londinense del maestro neoyorquino (Match Point, Scoop), que vuelve sobre la culpa y el castigo. Pero El sueño de Casandra –que de nuevo bebe en las fuentes de Dostoiesky– gustará más a los seguidores de Woody Allen, aquí insistiendo en sus constantes y sólo detrás de la cámara.

Leones por corderos (USA, 2007), de Robert Redford, con Tom Cruise y Meryl Streep. Color - 88 minutos.
Nueva película del veterano galán Robert Redford –que también la interpreta– acerca de la guerra y las problemáticas con que se enfrenta el mundo actual. A modo de debate político, ofrece una visión serena y provoca la reflexión crítica del espectador cultivado.

Michael Clayton (USA, 2007), de Tony Gilroy, con George Clooney y Tilda Swinton. Color - 119 minutos.
Otro filme de abogados, que denuncia la corrupción de bufetes y empresas, que logra un buen clima de suspense. Aunque la trama resulta algo complicada, gustará más al público especializado. Es el debut como realizador del guionista Gilroy. George Clooney brinda un recital interpretativo.

No es país para viejos (USA, 2007), de Joel y Ethan Coen, con Tommy Lee Jones y Josh Brolin. Color -122 minutos.
Los innovadores hermanos Coen han vuelto a dar una lección de cine, donde la violencia es protagonista de una sociedad en crisis. La gran interpretación del español Javier Bardem mereció el Oscar de Hollywood al Mejor actor secundario. Este galardonado filme está basado en una novela de Cormac McCarthy.

Pozos de ambición (USA, 2007), de Paul Thomas Anderson, con Daniel Day-Lewis y Ciarán Hinds. Color - 158 minutos.
A modo de epopeya, esta película-río narra la evolución de la historia de los Estados Unidos: el paso del mundo rural del Oeste al industrial petrolífero. Con un estilo de western crepuscular, el vanguardista Anderson (Magnolia) ha realizado un filme tan ambicioso como excesivo, si bien posee gran fuerza dramática sustentada en el trabajo de Day-Lewis (Oscar 2007). Está basado en una famosa novela de Upton Sinclair (Petróleo).

Zodiac (USA, 2007), de David Fincher, con Jake Gyllenhaal y John Carroll Lynch. Color - 161 minutos.
Notable psico-thriller realizado por el especialista David Fincher (Seven). Basado en un hecho real, cuenta las desventuras de varios investigadores obsesionados tras un enigmático asesino en serie en la América de finales de los 60 y principios de los 70. Bien interpretada y brillantemente narrada en imágenes, sin caer en concesiones a la galería, gustará más a los cinéfilos y aficionados a este tipo de películas.


(Publicado en www.cinemanet.info, julio 2008; y en www.forumlibertas.com, agosto 2008).