jueves, julio 23, 2009

DOS IMPORTANTES PELÍCULAS CATALANAS, EN CARTEL


Estos días se han estrenado sendas películas catalanas que han centrado la atención de la crítica y los espectadores del país. He aquí las dos reseñas que he redactado

“TRES DÍAS CON LA FAMÍLIA”, DE MAR COLL

Léa es una joven catalana que estudia Ingeniería y vive con un chico, en Toulouse. Viaja súbitamente a Girona, donde su abuelo acaba de morir. Allí se reúne tres días toda la familia, para asistir al velatorio, a la misa-funeral y al entierro del patriarca de los Vich i Carbó. Y pese a las apariencias, pronto se evidencian los problemas íntimos de cada cual.
Se trata de la ópera prima de una nueva cineasta de la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya). Tras los ayer debutantes Juan Antonio Bayona (El Orfanato) y Roser Aguilar (Lo mejor de mí), ha llegado la barcelonesa Mar Coll (1981) a la dirección de su primer largometraje, precisamente para la productora de este centro educativo: Escándalo Films.
A tal propósito, esta joven firma brinda a los graduados de la Escuela de Cine de Tarrassa –hoy dependiente de la Universidad de Barcelona– la posibilidad de lanzarse a la profesión. Así, la directora de fotografía Neus Ollé, la montadora Elena Ruiz, el músico Jens Neumaier –del estudio MaikMaier– o el responsable del sonido Jordi Ribas, entre otros técnicos, junto a la directora y algunos actores, son antiguos alumnos de ese reconocido centro especializado que dirige Josep Maixenchs
En Tres días con la familia, Mar Coll ha demostrado su valía y madurez como cineasta. Así lo ha reconocido la mayoría de la crítica española, que ha saludado favorablemente este nuevo filme catalán. Con cierto cariz autobiográfico –muy habitual en las primeras obras–, la debutante realizadora ofrece un acertado análisis de la alta burguesía catalana. Oigamos, con todo, sus declaraciones: “Cualquier familia merece una película. Y ni siquiera hace falta que esconda secretos truculentos. Basta con asomarse al complicado amasijo de sentimientos contradictorios que provocan los lazos familiares: odiamos y amamos a nuestra familia, la rechazamos y la necesitamos, pretendemos distinguirnos de ella y, en el fondo, heredamos gran parte de sus logros y de sus miedos. En el caso de la familia Vich, lo que debería ser un marco de gran intimidad y confianza formado por el grupo de gente que te ha visto nacer y crecer, se presenta como un espacio gobernado por las formas y los ritos, que da cabida a los juicios y a los prejuicios, y dificulta considerablemente la comunicación sincera. Eso es lo que me interesaba explorar a través de los ojos de Léa, que, después de alejarse temporalmente de su familia, regresa para dar de pleno con la imposible situación en la que tanto los fracasos de su vida privada, como los de sus padres, como los de cualquier miembro de su familia, son evidentes pero nunca explícitos. Léa no desea mostrar sus flaquezas a la vez que se siente incómoda con las flaquezas de los demás. Y sin embargo, tampoco puede convivir con la falsedad de algunas situaciones. ¿Cuál es entonces el nivel de intimidad adecuado? La película no quiere ser una respuesta sino más bien es una foto de familia de las que están en los álbumes y que, cuando las ves, si te fijas bien, puedes en ellas entrever todo lo que esconden detrás de cada gesto o actitud. Una foto de una familia burguesa y catalana".
Efectivamente, Mar Coll no ha hecho una película de denuncia; más bien ha realizado un filme testimonial sobre una clase e idiosincrasia determinadas, a modo de mera crítica sociopsicológica y estudio de mentalidades tradicionales. Y esa crítica social y existencial resulta bastante positiva, pues se aprecia cierta voluntad de comprensión, una búsqueda de sinceridad; un rechazo de la hipocresía, en una palabra.
Gran parte del mérito de la puesta en escena cabe atribuirlo al notable plantel de intérpretes, que encabeza la premiada actriz Nausicaa Bonnín, hija de Hermann Bonnín, que tantos años fue director del Institut del Teatre. Pero le siguen con acierto nombres asimismo reconocidos: el también galardonado Eduard Fernández, como su padre; la francesa Philippine Leroy-Beaulieu, como su madre; y los veteranos Ramon Fontserè y Francesc Orella, como sus tíos; aparte de los ex alumnos de la ESCAC.
Con todo, Tres días con la familia no es una obra redonda. Veamos lo que escribió el profesor de cine de la Universitat Pompeu Fabra y asimismo crítico del diario Avui, Carlos Losilla (la traducción del catalán es mía): “La familia parece que es uno de los temas obsesivos del cine contemporáneo (...) Ahora es el turno de Tres dies amb la família, el debut de Mar Coll y también la más controlada de todas estas propuestas, la que navega por aguas más seguras, la que mejor sabe aquello que quiere conseguir y lo que persigue desde el primer fotograma. En el terreno del cine, sin embargo, este dominio de los elementos no siempre es beneficioso, y una planificación excesiva puede dar resultados contradictorios. Esto es lo que pasa con Tres dies amb la família, una película que llega sin problemas a su objetivo de hacer un tipo de cine de calidad y a la vez accesible en el panorama del país, pero que también sufre la consecuencia de tenerlo todo tan pensado: una cierta dinámica acaso demasiado previsible y artificial. (...) Faltan, no obstante, los matices, las rendijas por donde se cuela la historia de verdad, la capacidad de hacer presentes los fantasmas... Es el precio que paga Coll por un acabado impecable, que deja entrever un gran cuidado a la hora de acercarse al tema y una pericia técnica de primer orden. La cineasta barcelonesa domina el medio. Y este crítico no duda que en breve también logrará emocionarlo con sus imágenes". (“Una promesa”, Avui, 29-VI-2009).
En efecto, la frialdad y el apunte sólo sugerido o apenas desarrollado son las características de esta nueva directora. Con un final es abierto –da libertad al espectador– y aparentemente triste, logra un tono bastante esperanzador. Pero notemos que está empezando –es “una promesa”, dice el colega Losilla–, y ha comenzado con buen pie. Ganó el premio a la Mejor dirección en el Festival de Cine Español de Málaga. Apuntemos, pues, su nombre: Mar Coll.

“V. O. S.”, DE CESC GAY

Cuenta el juego de dos parejas, que mezclan sus avatares sentimentales con el rodaje de una película. Se trata de una historia de amor y amistad, que se plantea en versión original subtitulada –como indica ese V.O.S.– y combina ficción y realidad, al tiempo que evidencia la leve frontera que separa a ambas en la vida cotidiana.
Ciertamente, en esta nueva película de Cesc Gay (Barcelona, 1967), se confunde lo que es cine –pues el relato transcurre prácticamente en un plató– y lo que es la vida ordinaria de los cuatro protagonistas. Y cómo ésta influye en la propia creación cinematográfica. Apenas sabemos si estamos contemplando una relación y es sólo el juego de la puesta en escena. No obstante, esa confusión narrativa da cierta originalidad a un filme que el espectador sigue complacido y contempla con sumo interés.
El director de Krámpack (2000), En la ciudad (2003) y Ficción (2006) nos ha vuelto a sorprender con una obra madura, basada una pieza escénica de Carol López, que en el año 2005 interpretó su mujer –la actriz Àgata Roca– en el Teatre Lliure de Barcelona, junto a los otros tres compañeros de reparto.
Si la obra teatral se anunciaba con una célebre frase de Woody Allen –“La pareja es cuestión de suerte. Pienso que es algo totalmente fuera de nuestro control. Sólo un feliz accidente puede conseguir que dos personas que se quieran lleguen a encajar perfectamente las piezas para así poder disfrutar de toda una vida”–, la película convierte a los cuatro personajes en actores, lo que no sucedía en el escenario, y ambienta la historia en un rodaje, con furtivas salidas a la Ciudad Condal. De ahí que algún crítico haya titulado su reseña –parangonando a la frívola comedia de Allen– como “Vicky Clara Barcelona”.
Pero Cesc Gay va mucho más lejos que el genial cómico estadounidense. Dejemos que hable de su puesta en escena y voluntad de expresión: “Es la historia de dos parejas que no son dos parejas. La trama es amorosa, pero con muchas capas. En un juego de cuatro personajes atrapados en una película, entre la realidad y la ficción de sus vidas. La base de los diálogos se mantiene, porque los actores fueron partícipes de ellos y yo me aprovecho de esto. El dónde y el cómo suceden las cosas es lo que he cambiado. Normalmente, como ya hice con Krámpack, las adaptaciones de textos teatrales y literarios intentan, como el término indica, adaptarse al medio al que van destinados. En este caso se trataba de adaptar y transformar también la puesta en escena de la obra, sus juegos y recursos narrativos propiamente teatrales en los adecuados para un largometraje cinematográfico. Se entiende que esto es lo correcto, lo que hay que hacer, lo razonablemente sensato, lo que nadie pone en duda e incluso lo que el espectador quiere. Sentí, desde aquel primer momento, que tenía que hacer lo contrario. Una adaptación al uso habría situado en espacios reales las diferentes escenas de la obra. Pisos, calles, coches, bares. El cine parte casi siempre de la realidad de las situaciones. Se busca la credibilidad. Un guionista obediente se hubiera concentrado en las tramas de la obra para desarrollarlas de forma realista en un marco urbano y posiblemente hubiera tenido que eliminar aquellos momentos que no hubiera sido capaz de hacer creíbles; aquellos que a mí me sedujeron”.
En efecto, V.O.S. es un filme que ofrece una aguda reflexión crítica sobre las relaciones entre el arte cinematográfico y la existencia cotidiana, sobre la verdad y el engaño; o acerca de las relaciones humanas, en una palabra. Acaso ahí está su máximo valor, a la vez que manifiesta el carácter cinéfilo de su autor. Por tanto, el realizador catalán continuaría manifestándose en estos términos: “Reflexioné sobre el valor de la cuarta pared en el teatro y la dificultad de conseguir esa sensación desde la pantalla de una sala de cine. Empecé a pensar en películas. Me venían a la memoria las imágenes del océano de Y la nave va de Fellini y algunas muchas otras historias. Luego recordé los últimos filmes de Lars von Trier. La utilización que hizo del plató en Dogville como lugar que engloba los espacios apenas apuntados. Tratamientos formales aparentemente más cercanos al escenario teatral. Así decidí situar la historia, casi por completo, en un plató. Transformarla en un rodaje. Convertí al escritor en guionista. Como espectadores asistimos al rodaje de lo que está escribiendo cual ficción en directo. Quiero darle a los personajes el valor, no de actores de algo que vemos que se está filmando como muchas veces hemos visto en el cine, sino de actores de nuestra propia película. El equipo de rodaje, los decorados, el dentro y el fuera, la ficción y la realidad se entrecruzan, se confunden y se convierten en una misma cosa descubriendo todos sus trucos y toda su carpintería propiamente cinematográfica. El mundo imaginario del teatro no está en el cine, que ha evolucionado hacia una búsqueda de realismo. Yo aquí no busco reflejar la realidad”.
Versión Original Subtitulada es una obra ácida y divertida a la vez, inteligente y romántica, tierna e irónica, que también habla de la falta de libertad y puede resultar un acicate para el pensamiento del público aficionado al que va dirigida, cinéfilo o amante de este tipo de comedias. El mismo director y guionista la definiría así: “Pensé que el cine ha perdido esa libertad y anoté dos frases en un papel: hay que mirar a los ojos del espectador como desde un escenario. Hay que mentirle todo el rato... y hay que decírselo”.
Asimismo, cabe destacar ese reparto coral que llena la pantalla: la mencionada Àgata Roca, como la simpática Clara, su delicada antagonista Vicenta Ndongo, y los “partenaires” vascos Paul Berrondo y Andrés Herrera, que hablan euskera en algunos pasajes del filme.
Obviamente, estamos ante una película importante, que pienso hará historia en el cine español y catalán.